Bonos: ¿estamos ante una suba imparable?

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Una de las tendencias más importantes del entorno financiero podría estar a punto de cambiar. La rentabilidad de los bonos del Tesoro a diez años, de referencia en las operaciones de todo el mundo, ha ido cayendo desde que la inflación quedó bajo control a principios de los años 80.

Sin embargo, en la última semana, los rendimientos subieron a su nivel más alto de los últimos tres años, mientras el mercado laboral de EE.UU. creció al ritmo más rápido en más de una década.

Ahora que los mercados de valores apuntan a que el crecimiento y la inflación estarán garantizados durante la presidencia de Donald Trump, y que la Fed se ha comprometido a aumentar las tasas por tercera vez en una década, algunos expertos en deuda están convencidos de que el mercado alcista ha llegado a su fin. También creen que a partir de ahora las tasas comenzarán una suba incesante.

No obstante, ha habido muchas falsas alarmas sobre posibles giros del mercado de deuda, que han terminado con más caídas de la rentabilidad. En junio pasado, cayeron a un mínimo histórico del 1,36%, tras el referéndum del Brexit.

De los 56 analistas encuestados por Bloomberg, solo 13 creen que la rentabilidad del bono a diez años aumentará un 3% a finales de este año. Esto no sería un nivel superior al de hace tres años, cuando aumentaron los temores a una posible deflación.

Movimientos del mercado

Hay mucho en juego. Un aumento de la rentabilidad de la deuda beneficiaría a los fondos de pensiones, ya que les resultaría más fácil financiar sus obligaciones de pago. Sin embargo, ese incremento dificultaría, por ejemplo, la reestructuración de la deuda de las empresas con más nivel de endeudamiento.

Las razones económicas para un aumento de tasas en USA están claras: el empleo está aumentando y la tasa de desempleo, en el 4,7%, ha terminado su recuperación desde la crisis, aunque a esto ha contribuido el aumento de personas que no buscan empleo.

La inflación salarial, del 2,7%, se está recuperando, aunque se mantiene muy por debajo de los niveles alcanzados antes de la crisis. Según los sondeos, la confianza de consumidores, empresas e inversores está en niveles no vistos desde antes de la crisis.

Los gobernadores de la Fed, con la presidenta Janet Yellen a la cabeza, han dejado clara su intención de aumentar las tasas esta semana, y los mercados lo dan ya por sentado.  De hecho, Lael Brainard, el gobernador de la Fed más conocido por su reticencia a las subidas de tasas, declaró que la economía americana “se encuentra en una fase de transición”.

Pero, a pesar de todo, la rentabilidad de los bonos del Tesoro a diez años no es positiva en términos reales. Además, la tensión en los mercados persiste. Mientras las bolsas se preparan para seguir creciendo y las tasas de interés aumentan, los inversores siguen estando convencidos de que las tasas no subirán demasiado y de que cualquier incremento será constante.

A nivel más general, hay quien argumenta que ha habido un cambio en la economía de EE.UU. Con una baja productividad y la economía menos expuesta a las oscilaciones de los precios del crudo, no parece que las tasas a largo plazo vayan a alcanzar el 16%, como ocurrió durante las décadas de los 70 y 80.

Otros factores estructurales también influyen en las tasas. El porcentaje de población en USA mayor de 65 años aumentó un 15% en 2015 frente al 9% de 1960. Esta cifra irá en aumento, lo que afectará al crecimiento y a la demanda de bonos. Cuando los ciudadanos se jubilan, tienden a vender acciones y comprar deuda. “La sociedad está envejeciendo, lo que contribuye a la ralentización del crecimiento y al descenso de tipos”, explica William Irving, de Fidelity Asset Management.

El crecimiento consiste en la suma del aumento de la población activa y la productividad. Aunque el empleo ha aumentado, la productividad se ha estancado.

Otro problema es el exceso de deuda estadounidense. La cantidad de deuda corporativa pendiente de pago ha subido de 5,4 a 8,5 billones de dólares desde 2008, según la Securities Industry and Financial Markets Association.

Esto supone un riesgo para el futuro. Si las tasas registraran una importante subida, las empresas perderían el acceso a la financiación, mientras que un aumento del riesgo de impago reduciría la rentabilidad para sus inversores. “El exceso de deuda es una de las razones por las que creemos que es difícil que volvamos a los antiguos niveles de crecimiento”, sostuvo  Scott Mather, director de estrategia en inversiones en EE.UU. de Pimco.

La expansión cuantitativa (QE) también es un problema. Aunque la Fed ya no está comprando deuda, todavía gestiona una importante cartera de deuda y reinvierte los pagos de los cupones que recibe. Muchos creen que podría empezar a vender deuda, pero Kaufman cuestiona su capacidad para hacerlo a gran escala: “No creo que pueda hacerlo de forma masiva. La inflación tendría que subir bastante para que considerara hacerlo. En el mejor de los casos lo haría con cautela, asegura Kaufman”.

El BCE y el Banco de Japón siguen comprando mucha deuda, lo que hace bajar la rentabilidad global, aunque Mario Draghi dio a entender el jueves que puede que el plan de compra de deuda no se prolongue más allá de este año porque ha cumplido su objetivo de inflación.

El QE en Europa incrementa la demanda de deuda estadounidense porque su rentabilidad es mayor. La diferencia con la rentabilidad de la deuda alemana es la mayor desde 1989 y la diferencia con la de la deuda británica es la mayor de la historia.

Pero puede que esta situación no dure mucho tiempo: tanto el Banco Central de China como el Banco de Japón, que poseen grandes cantidades de deuda estadounidense, han empezado a venderla. No obstante, los riesgos políticos, como una victoria de un partido populista en las elecciones de este año en Alemania, Francia u Holanda, podrían llevar a los inversores a buscar refugio en EEUU.

Las bolsas estadounidenses han subido por las expectativas de que Trump baje mucho el impuesto de sociedades y luego lleve a cabo un gran plan de infraestructuras. Esto haría subir la rentabilidad de la deuda. Pero ahora que el Gobierno ha entrado en lo que podría ser un largo proceso para reemplazar el Obamacare antes de empezar con la reforma tributaria, han surgido las dudas.

Dado que hay tantos factores que hacen bajar la rentabilidad de la deuda a largo plazo, es fácil entender el consenso de que la subida de los tipos de interés será muy gradual. Tendría que ocurrir algo sorprendente para que subieran por encima del 3%, como que la Reserva Federal los subiera más rápido de lo esperado o los bancos centrales comenzaran a reducir la expansión cuantitativa.

Un último peligro es la complacencia. Ben Bernanke dijo en 2012 que la expansión cuantitativa mantenía las rentabilidades bajas, pero ahora está llegando a su fin.

Expansion.com, Bloomberg.

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