Dólar, inflación y desempleo son claves en las expectativas de los consumidores uruguayos

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Aunque la economía se recupera y hay otros indicadores como la inflación que muestran un buen desempeño, la confianza del consumidor uruguayo permanece en el terreno del moderado pesimismo. En entrevista con El Observador la economista Silvia Vázquez, responsable del Programa de Opinión Pública y Confianza Económica (Universidad Católica, Equipos Consultores) explicó qué está pasando con las expectativas y que puede esperarse en lo que resta del año.

La confianza del consumidor se mantiene en zona de moderado pesimismo. ¿Por qué ocurre eso si hay indicadores como PIB e inflación, por ejemplo, que evolucionan favorablemente? También el dólar parece acompañar.

En particular, si se considera el promedio del Índice de Confianza del Consumidor (ICC) en los primeros siete meses del año (es de 47,7 puntos e inferior a 50 puntos que sería la zona “neutral”) se percibe que persistiría un número ligeramente mayor de consumidores pesimistas que de optimistas. Si bien ese promedio del ICC es similar al del segundo semestre del año 2016, está pautado por mayor volatilidad. Esto es, mientras en la segunda mitad de 2016 la confianza se recuperaba desde niveles históricamente muy bajos, pero de manera sostenida, percibiendo mejores “condiciones actuales” y “futuras”, en 2017 se observan fuertes variaciones de un mes al otro. Esto reflejaría dos movimientos contrapuestos: una percepción de mejora de las “condiciones actuales”, pero en el marco de peores perspectivas en materia de “condiciones futuras”.

-¿Qué cosas están pesando negativamente o hacen “ruido” entre los consumidores?

-El consumidor internaliza que la situación económica en la primera mitad de 2017 muestra mejoras. Recordemos que hacia febrero-marzo de 2016 el tipo de cambio superaba los $30 por dólar, en abril-mayo la inflación era de dos dígitos, se contraía el PIB y se ajustaba el consumo de las familias. Hoy el subíndice “situación económica personal actual” respecto a un año atrás ha crecido, y también la percepción de que el momento actual es apropiado para hacer compras de bienes durables. No obstante, buena parte de esas mejoras podrían no ser sostenibles a futuro, y ahí aparece “el ruido” que lleva a una tónica más pesimista en materia de expectativas.

La mejora del consumo en buena medida se sostiene en una recuperación del salario real y en un dólar más barato. La mejora del salario real en gran medida se explica por una inflación que es prácticamente la mitad de la de un año atrás, pero esa desaceleración de los precios la lideró la caída del tipo de cambio. Lo mismo ocurre en la recuperación del gasto en bienes durables como automóviles, electrodomésticos y podríamos agregar viajes. En la base de estos mejores indicadores actuales está un dólar más barato y la pregunta que cabe realizar es ¿cuán sostenible a futuro es esta situación?

Lo que hace ruido es la vulnerabilidad de estas mejoras, cuya sostenibilidad no depende de nosotros, y en el mejor de los casos, es al menos dudosa.

-¿Por qué no se percibirían como sostenibles las mejoras de la economía?

-En primer lugar, porque el valor del dólar en el mercado local depende de variables externas a la economía. En algún momento las tasas de interés internacionales van a comenzar a recuperarse y por tanto se revertirá la caída del dólar. Una moneda local más depreciada no está en el horizonte de corto plazo, pero ineludiblemente en el mediano plazo se va en esa dirección.

Por otra parte, si bien el dólar más barato ha contribuido a mejorar los indicadores referidos, también ha afectado negativamente al sector productivo. Cuando se observa cuáles son los sectores que crecen y empujan los indicadores productivos hacia arriba, se nota que son los menos intensivos en mano de obra; aquellos en cuya ecuación de sus empresas el aumento del salario real por encima de la productividad, de las tarifas públicas y la carga tributaria es menos critico en un marco de un dólar más barato.

-¿Cuánto incide la situación del mercado laboral?

-Si bien en una perspectiva histórica de mediano y largo plazo la economía no presenta una tasa de desempleo elevada, lo que preocupa son justamente las perspectivas. La economía uruguaya no escapa a tendencias globales que están generando mucha inquietud y que están vinculadas a la automatización, donde los procesos de innovación tienden a desplazar puestos de trabajo.

Pero a ese fenómeno global y de tendencia de largo plazo, la economía uruguaya le agrega una fuerte pérdida de competitividad. Si se considera el tipo de cambio real que publica el BCU, no sólo estamos en mínimos históricos, sino que continúa cayendo. Nos seguimos encareciendo frente a nuestros socios comerciales.

Hay un conflicto entre buenos resultados en el corto plazo en materia de inflación e indicadores que mejoran como consecuencia de esta y de la apreciación real, con el desempeño de una matriz productiva orientada al sector transable, con elevada incorporación de valor agregado, esto es, entre otras cosas, de empleo.

El problema no es que el dólar esté “barato”, sino que en términos relativos está bajo para cubrir una estructura de costos derivada de la relación salario/productividad, tarifas públicas, carga tributaria, por mencionar los factores estructurales más relevantes. Los consumidores son más pesimistas a la hora de percibir señales en la dirección correcta que puedan reflejarse en mejores perspectivas para el mercado de trabajo.

-¿Qué evolución puede esperarse para el ICC en el resto del año?

-Considerando el ciclo político, en el mediano plazo no cabría esperar señales de reformas estructurales a nivel macro y microeconómico que contribuyan a mejorar la competitividad y darle sostenibilidad a las mejoras económicas, por lo que las expectativas sobre la situación a más mediano- largo plazo pasarían a depender básicamente de la situación regional u otros factores exógenos como la concreción de fuertes inversiones extranjeras.

Por tanto, las expectativas en materia de “condiciones futuras” están sujetas a elevada incertidumbre y vinculadas a la evolución del desempleo que el consumidor vaya percibiendo. Esto además de afectar las expectativas de desempleo incide sobre la percepción de la “situación económica del país a un año”.

Por otra parte, una inflación dentro del rango objetivo, un dólar estable y una región sin sobresaltos contribuirían a sostener el optimismo en materia de “condiciones actuales”. También sostendrían la recuperación desde mínimos históricos del año pasado de la “predisposición a la compra de bienes durables” y, desde ese lugar, aportarían a mantener una moderada recuperación del consumo privado.

Salvo noticias externas a la economía, habrá que monitorear la evolución de la inflación, de la pizarra cambiaria, y del desempleo. En ese marco, cabría esperar un ICC que continúe fluctuando entre el moderado pesimismo y la zona neutral, con elevada volatilidad, debido a las fuerzas contrapuestas que están incidiendo en su evolución.

 

Observa.com

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