Goldman Sachs estaba convencido: Yellen subiría las tasas en septiembre. Lo mantuvo incluso tras los decepcionantes datos de empleo de agosto conocidos el 2 de septiembre. Pero la caída de la actividad del sector servicios terminó doblegando al todopoderoso banco de inversión estadounidense.
Puntualmente, Goldman rebajó del 55% al 40% la posibilidad de que la Reserva Federal encarezca el precio del dinero en la reunión que mantendrá entre el 20 y 21 de septiembre. En ese caso, los tasas permanecerían en el 0,25-0,5% en el que se encuentran desde diciembre de 2015.
Y también en ese caso, todo indica que, al igual que en 2015, la entidad presidida por Janet Yellen lo dejará todo para la última reunión del año, la de los días 13 y 14 de diciembre. Hay otra cita antes, a comienzos de noviembre, pero al producirse justo antes de las elecciones no parece la reunión adecuada para ajustar la política monetaria.
Por lo tanto, si realmente se quiere plasmar con hechos lo que Yellen y su vicepresidente, Stanley Fischer, anticiparon en Jackson Hole, cuando aludieron a que había crecido la posibilidad de subir las tasas este año, tendrá que esperar a la última reunión del ejercicio.
Ya pasó en 2015, cuando dejó para el final el incremento de las tasas tan temido durante todo el año.Finalmente, la suba, la primera desde 2006, se hizo esperar hasta diciembre.
El mercado, de hecho, así lo cree. Apenas concede una probabilidad del 22% a que la Fed eleve el precio del dinero este mes, porcentaje que crece hasta el 51,5% para diciembre.
En el cambio de opinión de Goldman fue determinante el inesperado descenso de la actividad del sector servicios, la cual en agosto bajó hasta los 51,4 puntos, por debajo de los 54,9 puntos esperados, de los 55,5 puntos de julio y, sobre todo, el dato más bajo desde 2010.