La reforma que debería haber aumentado la gobernabilidad de Italia derrumbó su Gobierno número 63 en 70 años de democracia. E l primer ministro Matteo Renzi dimitió después de perder -con el 60% de los votos en contra- el referéndum por la reforma constitucional que él mismo impulsó.
El problema es que formar el gobierno número 64 no será fácil en un país dividido tras la campaña electoral sobre la consulta constitucional, con el único líder fuerte recién dimitido derrotado por una rotunda victoria de sus opositores.
Tras presidir el último consejo de ministros Renzi subirá hoy al Quirinale, el palacio de la presidencia de la República que domina la colina mas alta de Roma. Presentará su dimisión al presidente Sergio Mattarella, dejando en sus manos la solución de una crisis que los italianos -muy acostumbrados a estos atolladeros del sistema político- definen como “crisis al buio”, o sea, crisis a oscuras. Un túnel en el que se sabe cuando se entra pero no cuando se sale.
Sin elecciones a la vista
El problema principal es que Mattarella no puede convocar elecciones anticipadas. La actual ley electoral, pensada para complementar a la reforma, es inservible ya que daría lugar a un Parlamento ingobernable, pues se refiere sólo a la Cámara de Diputados y no al Senado.
En otras palabras, el Congreso se elegiría con la nueva ley electoral impulsada por Renzi (Italicum) que atribuye un gran numero de escaños al partido que obtenga mayoría simple, mientras para el Senado -que con el suspenso a la reforma seguirá siendo determinante y votará la confianza al Gobierno- seguiría en vigor la ley anterior que ha provocado muchos problemas de estabilidad.
Por lo tanto, la condición para que se geste un nuevo Gobierno es que se valide una ley electoral aprobada ya por el Tribunal Constitucional que pudiera regular la celebración de nuevas elecciones.
Así las cosas, al presidente italiano no le queda otra solución que encontrar en el actual Parlamento una mayoría capaz de apoyar a un Gobierno temporal, muy probablemente un Ejecutivo tecnócrata- que apruebe a una nueva ley electoral y, en el mejor de los casos, gobierne hasta las próximas elecciones presidenciales, previstas para principios de 2018.
La labor de Mattarella será muy difícil ya que el mandatario, para encontrar una salida, deberá volver a levantar los escombros del sistema político transalpino. El Partido Demócrata (PD) de Matteo Renzi, que es el partido de mayoría relativa, se ha dividido sobre la reforma constitucional con una parte importante de sus antiguos lideres (empezado por el candidato a las generales de 2013, Pierluigi Bersani, y por el antiguo primer ministro Massimo D’Alema) que han pedido votar ‘no’ con tal de derrumbar a Renzi. El joven líder, tras dimitir de la presidencia de Gobierno, muy probablemente dejará también el liderazgo del partido, acelerando la rendición de cuentas entre las facciones opuestas del PD.
¿Y la oposición?
Por su parte, el frente conservador una vez liderado por Berlusconi ya no existe, dividido entre pequeños partidos de centro y la xenófoba Liga Norte, mientras el Movimiento antipartidos 5 Estrellas, liderado por el humorista Beppe Grillo, ha dejado claro que no apoyará Ejecutivos temporales y su única opción son las elecciones anticipadas.
En fin, el Presidente de la República necesitaría largas negociaciones con los partidos para encontrar una solución a la crisis que se ha abierto tras la consulta constitucional. Sin embargo el tiempo aprieta: de un lado hay que aprobar cuanto antes unos Presupuestos muy contestados por Europa. El Gobierno de Matteo Renzi había decidido emprender una flexibilidad adicional sobre el déficit de 10.000 millones de euros empezando un pulso con Bruselas que su sucesor tendrá que resolver.
Además el resultado del referéndum pone en jaque una banca italiana ávida de capitales: hoy el banco transalpino más problemático, MPS, reunirá su consejo de administración para decidir si seguir adelante con la ampliación de capital de 5.000 millones que necesaria para no quebrar.
Si la operación tuviera que parar por la incertidumbre política -y sus consecuencias sobre los mercados- no habrá otra solución que nacionalizar la entidad. Una decisión que habría que tomar cuanto antes para evitar un efecto dominó en Italia y en Europa y que sin embargo necesitará esperar por lo menos que en Roma haya otro Gobierno en el pleno ejercicio de sus funciones.