En los últimos siete años, la deuda externa de los países emergentes más importantes ha mantenido un ascenso continuo, situación que no pasa desapercibida por los expertos dado que precisamente fue este el factor que en la década de los 90 desató la crisis financiera del sudeste asiático. 20 años más tarde, el apalancamiento adeudado al extranjero por estos mercados ha engordado en USD 1,8 billones hasta un total de USD 5,7 billones, y algunos se preguntan si los errores del pasado volverán a tambalear los pilares de algunas regiones como ocurrió por aquel entonces.
La deuda externa -aquella que individuos, empresas y gobiernos adeudan al extranjero- de las economías emergentes más importantes creció desde los USD 4 billones en 2009 hasta alcanzar más de USD 6 billones cinco años después. Aunque desde entonces la cifra total se haya reducido, parte del recorte es atribuible a China, donde la deuda externa ha disminuido hasta los USD 500.000 millones en los últimos dos años. Sin embargo, si dejamos fuera de la ecuación al gigante asiático, el nivel del resto de los países se mantiene cerca de los máximos de 2014.
Según un informe de Wells Fargo Securities, el ratio de deuda externa con respecto al PBI de los emergentes más significativos se situó el año pasado en el 22,8%, 37,9% si excluimos de nuevo a China. Esta cifra es incluso mayor que la registrada en 1997 cuando el apalancamiento excesivo desató la crisis de los “Tigres Asiáticos” (Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Tailandia).
Incapaces de hacer frente
“A primera vista, parece que muchas economías en desarrollo enfrentarán dificultades financieras en un futuro no muy lejano”, apunta Jay H. Bryson, economista de Wells Fargo Securities. Sin embargo, el autor de este análisis resalta que existen circunstancias atenuantes a tener en cuenta, ya que algunos emergentes corren el riesgo de sufrir problemas no tanto por la cantidad pendiente de deuda per se, sino por su incapacidad para poder atenderla adecuadamente.
Para sopesar posibles episodios de estrés, los expertos suelen fijarse en el ratio de servicio de deuda con respecto a las exportaciones del país en cuestión. En este sentido, el porcentaje ronda el 14,9% cuando se incluye a China y el 23,3% cuando se deja de lado. “En otras palabras, la capacidad de las economías en desarrollo para atender su deuda externa es mayor hoy que hace veinte años”, reitera Bryson.
Paralelamente, estos países cuentan con mayores colchones para enfrentar un posible traspiés. Las reservas en divisa extranjera de los 21 mercados emergentes más importantes han crecido desde los USD 500.000 millones en 1997 hasta los 5,8 billones registrados el año pasado. Es cierto que gran parte de este “bolsillo” está cubierto por China pero, aún así, el resto de países en desarrollo contaban con reservas por un total de 2,5 billones a finales de 2016. Para hacerse una idea, hace 20 años estos mercados sólo podían servir un año de su deuda externa con sus reservas, cuando en estos momentos pueden cubrir hasta 3 años.
El economista global de Wells Fargo Securities indica que, según sus cálculos, Ucrania es el país más susceptible a sufrir una crisis, con un ratio de deuda externa con respecto al PBI del 130,5%. El país también lidera el nivel de deuda externa con respecto a sus exportaciones y cuenta con el segundo puesto más bajo en lo que se refiere a reservas para costear dicha deuda. Venezuela también cuenta con muchas posibilidades de sufrir un posible shock.
Aún así, a día de hoy no parece que un efecto contagio derivado de la deuda externa vaya a generar una crisis financiera entre los emergentes. Sin embargo, no deben perder de vista el perfil general del apalancamiento de estos países, no sólo con sus acreedores extranjeros, sino con aquellos dentro de sus respectivos mercados domésticos.
El aumento del apalancamiento mundial se ha moderado durante los últimos años, tras el azote de la crisis financiera de 2008 y la de deuda soberana en la eurozona. Sin embargo, las economías emergentes han sido las responsables de que la deuda global alcanzase en el primer trimestre un total de USD 217 billones, el 327% del PBI mundial, según los últimos datos del Instituto Internacional de Finanzas (IIF).
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