En su batalla contra la alta inflación, los gobiernos le dieron una considerable dosis de independencia a los bancos centrales en las últimas décadas.
Ahora, algunos economistas argumentan que esa misma independencia podría obstaculizar su capacidad de combatir el problema de hoy en día: una inflación que es demasiado baja.
Para salvaguardar su independencia, grandes bancos centrales podrían haber implementado políticas “de segunda opción” que distorsionan los mercados financieros y tienen un rendimiento decreciente, tales como tasas de interés negativas y compras de bonos a gran escala, y evitado herramientas potencialmente más efectivas, como el “dinero de helicóptero”, argumenta Joachim Fels,asesor económico global de Pimco.
El dinero de helicóptero, que involucraría, por ejemplo, un aumento del gasto público o recortes de impuestos financiados por el banco central, lleva a estas entidades más allá de su ámbito tradicional de influir en los precios y el volumen de crédito para determinar cómo se gastan los fondos públicos, una tarea que corresponde a los políticos electos.
El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, ha advertido en reiteradas ocasiones que el dinero de helicóptero sería una mezcla inaceptable de las políticas fiscal y monetaria. En julio, el banco central decepcionó a los que tenían la esperanza de que pudiera embarcarse en un experimento con dinero de helicóptero.
En Europa, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, ha mencionado preocupaciones similares sobre la independencia del Banco Central Europeo como una razón para no utilizar dinero de helicóptero. Su homólogo del BCE, Mario Dragui, dice que el tema ni siquiera ha sido tratado en las reuniones de políticas.
El temor es que si los gobiernos empezaran a financiar sus déficits mediante la impresión de dinero, sucumbirían al deseo de los políticos de gastar sin elevar los impuestos. Eso resultaría, con el tiempo, en un alza de la inflación.
“Que les digan que aumenten el balance en x significaría que la independencia se perdió, y los efectos sobre las expectativas inflacionarias podrían ser bastante dramáticos”, afirma Charles Goodhart, ex miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra.
Sin embargo, los partidarios de una mayor cooperación dicen que tales riesgos son exagerados en relación con los beneficios que podría generar una colaboración más estrecha en las circunstancias actuales.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Reserva Federal ayudó a financiar el esfuerzo bélico estadounidense al garantizar que las tasas de interés se mantuvieran en 2,5%, sin importar cuán grande fuera el déficit fiscal. Cuando se puso fin a esa política, en 1951, la Fed no revirtió esas compras, por lo que “post facto, una considerable proporción de déficits fiscales de Estados Unidos entre principios de los años 40 y 1951 fue financiado con dinero”, dijo Adair Turner, ex regulador financiero británico, en una conferencia en 2013.
Todo ese gasto estatal vino acompañado de un gran aumento de la producción económica real, si bien también creó una enorme presión inflacionaria acumulada que estalló cuando se levantaron los controles de precios y sueldos. Los precios se dispararon 34% entre 1945 y 1948, pero luego la inflación volvió a quedar por debajo de 10%.
Una vez que se quitó el tope a los rendimientos de los bonos del Tesoro, la Fed “se volvió efectivamente más independiente”, señalaAlex Cukierman, miembro del Comité Monetario del Banco de Israel.
En la práctica, tal vez haya poca diferencia entre el dinero helicóptero y políticas actuales como la flexibilización cuantitativa, que cubren una gran porción de los actuales déficits fiscales.
Las políticas adoptadas durante la reciente crisis también han estado “sujetas a un alto nivel de debates entre los bancos centrales y los gobiernos”, dice Goodhart. “Los helicópteros ya han estado volando en enormes formaciones en Japón”.
Lo más importante es que las circunstancias de hoy son muy diferentes a las del pasado: en momentos en que las tasas de interés en cero o incluso negativas, los bancos centrales simplemente no pueden elevar el gasto o la inflación mucho más por sí mismos. Draghi ha pedido, con creciente urgencia, ayuda de otras autoridades, incluidos funcionarios electos.
En una conferencia de prensa el jueves, Draghi hizo una inusual súplica directa a Alemania para que gaste más e impulse la economía de la región.
Al ser consultada en junio sobre el dinero de helicóptero, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, dijo que en tiempos inusuales cuando la preocupación es un crecimiento muy débil o una posible deflación, las autoridades fiscales y monetarias deberían “no estar trabajando en fines contrapuestos (…) sino juntos”.
La funcionaria continuó: “Ahora, ya sea tales circunstancias extremas o no, podría haber un argumento a favor de, digamos, una coordinación, estrecha coordinación, con el banco central jugando un papel en el financiamiento de la política fiscal; esto es algo que (…) uno podría considerar de forma legítima”.
La dificultad está en encontrar el mecanismo adecuado. Ben Bernanke, ex presidente de la Fed, propuso en abril que el banco central aportar fondos a una cuenta especial del Tesoro si considerara que tal estímulo es necesario para lograr sus metas de empleo e inflación. El gobierno estadounidense luego determinaría cómo gastar los fondos o podría dejarlos sin usar.
En la zona euro, la cooperación se complica por la necesidad de que los 19 gobiernos lleguen primero a un acuerdo. Una solución parcial, sugiere Cukierman, podría ser modificar los estatutos del BCE para que se enfoque menos en la inflación y más en la actividad económica, como ocurre con la Fed.
Otra posibilidad es poner la responsabilidad sobre los gobiernos en lugar del BCE. Christopher Sims, profesor de economía de la Universidad de Princeton, sugiere una moratoria en toda la zona euro sobre los límites de deuda del bloque, “que se mantenga hasta que la inflación de toda el área alcance y sostenga el nivel objetivo”.
Una mayor cooperación con gobiernos ayudaría a abordar otra crítica: los bancos centrales cada vez más están tomando decisiones que afectan la distribución de la riqueza y los ingresos, decisiones que pertenecen a los gobiernos democráticamente electos.
Athanasios Orphanides, ex funcionario del BCE, señala la decisión de la Fed para apuntalar el sector de la vivienda mediante la compra de grandes cantidades de deuda respaldada por hipotecas y el apoyo “desigual” del BCE a diferentes gobiernos de la zona euro.
Por lo tanto, si los bancos centrales no pueden evitar medidas políticas controvertidas, la pregunta es cómo maximizar los beneficios de dichas acciones. Eso podría involucrar, irónicamente, menos independencia, no más.
Fuente: Wall Street Journal.