En 1882, tres periodistas, Charles Dow, Edward Jones y Charles Milford, decidieron crear una empresa dedicada a ofrecer información sobre los mercados financieros. La compañía se llamó Dow Jones & Company y en 1889 fundaron el diario The Wall Street Journal, todavía hoy líder en información económica.
Sin embargo, además del diario, el proyecto de Dow y Jones creó una amalgama de índices bursátiles, que hoy se cuentan por más de 100.000. El Dow Jones Industrial Average es a día de hoy el más importante de su repertorio, reune los 30 valores industriales más representativos de Estados Unidos y esta mañana batió los 20.000 puntos por primera vez en su historia.
El índice tardó algo más de seis años en duplicar su cotización, desde que el 13 de octubre de 2009 superara los 10.000 puntos. Y lejos de frenar, su escalada continuó hasta la era de los 2000. Entonces marcó un nuevo hito, al cerrar en los 11.722 puntos el 14 de enero.
Pero llegó la burbuja…
Sus cimientos temblaron poco después, con el estallido de la burbuja tecnológica. Eran los tiempos en los que se pensaba que la revolución de la tecnología iba a permitir crecimientos hasta el infinito de los beneficios que generaba.
Los inversores fueron testigos de cómo el precio de las acciones vinculadas a empresas de nuevas tecnologías ascendía sin parar, sin atender muchas veces a sus Fundamentals.
Se trataba de las famosas puntocom. Muchas de ellas cayeron y con los primeros fracasos el dinero empezó pronto a esfumarse del Nasdaq y también del propio Dow Jones.
Después llegó el 11-S, que obligó a cerrar la bolsa de Nueva York durante cuatro días (algo que no ocurría desde 1993). Cuando seis días después retomó su actividad, fue para registrar caídas, que se prolongaron toda la semana: en cinco jornadas los índices norteamericanos se desplomaron más de un 10%.
El remate final llegó solo unas semanas después del 11-S y llegó de la mano del escándalo contable y financiero de Enron, una compañía energética estadounidense. Fue de tal magitud, que no solo provocó una de las mayores bancarrotas de la historia, sino que derivó en una auténtica crisis de confianza entre los inversores.
El entonces presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan (al frente de la institución desde 1987 hasta 2006), echó mano de la política monetaria convencional y rebajó hasta en 11 ocasiones las tasas interés entre enero de 2001 y enero de 2002, hasta dejarlos en el 1,75%, el que entonces era su nivel más bajo desde 1961, en pos de impulsar una economía en recesión.
Esa política laxa dio sus frutos y el propio ciclo económico empezó a mejorar. Tanto, como que dio lugar a la mayor etapa de expansión económica en cuatro décadas, con la consecuente suba de las bolsas. Sin embargo, ese crecimiento vino acompañado de gran endeudamiento y es que, en medio de la etapa de expansión, empezaron los excesos: las grandes dosis de liquidez llevaron a los bancos a conceder hipotecas sin mirar en exceso la solvencia del que solicitaba el crédito.
En aras de aprovechar ese boom, la banca hizo uso de otro recurso: hipotecas de alto riesgo o basura, conocidas como subprime, con alta probabilidad de impago, que acabaron por comprometer la liquidez del sistema a nivel global porque se empaquetaban con las de mayor calidad crediticia.
Las primeras víctimas no tardaron en aparecer. La señal de alarma se encendió con Bear Stearns, el que entonces era el cuarto mayor banco de Estados Unidos. El cierre de dos de sus grandes fondos, en julio de 2007, ante la imposibilidad de hacer frente a los reembolsos de sus clientes hizo saltar las alarmas. A pesar de que meses más tarde la Reserva Federal lanzó un préstamo de emergencia para tratar de evitar su colapso, finalmente no pudo ser salvada y fue vendida a JP Morgan a un precio muy inferior al que llegó a alcanzar antes de la crisis.
Fue el preludio de lo que estaba por llegar: una crisis financiera a nivel global, precedida de otra recesión, cuya víctima más sonada fue Lehman Brothers. Fue el 15 de septiembre de 2008 cuando el que fue uno de los mayores bancos de inversión del mundo anunció su bancarrota, después de que las autoridades no acudiesen, esta vez, a su rescate.
Tras la quiebra de Lehman, el índice llegó a caer hasta los 6.547 puntos en 2009, un nivel que no había visitado en 12 años, desde 1997. Sin embargo, la recuperación alcista fue rápida en Estados Unidos, y el Dow Jones reaccionó pronto, subiendo un 59% desde los mínimos de 2009 hasta final de año, y recuperando así los 10.000 puntos durante ese ejercicio. Desde entonces, el selectivo necesitó sólo siete años para duplicar su tamaño, hasta los 20.000 puntos.
La era de los bancos centrales
Desde la crisis financiera hasta hoy, el apoyo de la política monetaria a la economía, elaborada por los bancos centrales, ha sido uno de los elementos diferenciales de la época. En 2009, con Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal estadounidense, las tasas de interés -el precio al que los bancos se prestan el dinero entre sí- se bajaron hasta mínimos nunca vistos, a 0,25%, con la intención de apoyar la recuperación económica y tratar de facilitar el acceso a la financiación. Bernanke nunca volvió a subir tasas y fue sustituido por Janet Yellen en febrero de 2014, pero sí fue el artífice de los tres programas de compras de deuda de la Fed, que se prolongaron entre 2008 y octubre de 2014, los llamados QE.
El Dow Jones aprovechó estos cinco años -desde el inicio de 2010 hasta el final de 2014- para sumar más de 7.500 puntos, desde los 10.428,05 hasta los 18.038,2 en los que cerró ese año.
En este periodo, cabe destacar el cambio que se produjo en los componentes del selectivo, en 2013: en septiembre de ese año, Hewlett-Packard, Alcoa y Bank of America se marcharon del selectivo, dando paso a Visa, Nike y Goldman Sachs. Este cambio de alineación fue el más importante que se veía desde 2004, cuando AIG, Pfizer y Verizon entraron y sustituyeron a AT&T, Eastman Kodak e International Paper.
No hay que olvidar que se trata de un índice que, desde que se creó hace 120 años, ha cambiado su composición 51 veces, o lo que es lo mismo, una vez cada 2 ó 3 años de media.
El último gran cambio tuvo lugar en marzo de 2015, cuando AT&T se marchó del selectivo para dar paso a Apple, que entonces ya se había erigido como la empresa más grande de toda la historia.
Desde que Yellen tomó las riendas de la Reserva Federal en 2014 su mandato ha estado marcado por el desmantelamiento del QE y los primeros aumentos de tasas de interés desde Lehman: la primera se realizó en diciembre de 2015 y la siguiente un año después, tras asegurarse la Fed que la economía del gigante norteamericano pedía un nuevo incremento.
El ‘efecto China’ en 2016
Los últimos dos años del Dow Jones estuvieron marcados por los sustos que ha dado China a los mercados mundiales, de los que el índice tampoco pudo escapar. En agosto de 2015, las autoridades monetarias del país llevaron a cabo una devaluación inesperada de su divisa, que generó fuertes caídas en la cotización del selectivo.
Desde agosto hasta diciembre, el Dow se dedicó a recuperar lo perdido en este desplome, pero de poco le sirvió, ya que en enero de este año China volvió a las andadas, y repitió este movimiento, generando el peor arranque del año de la historia del índice, que perdió más de 1.000 puntos en tan sólo cinco ruedas.
Este mal arranque también tuvo que ver con las constantes caídas del petróleo, que asustaban al mercado por los efectos negativos que tendrían en las empresas del sector. Desde entonces, el Dow Jones ha ido recuperando terreno a pesar del Brexit y de la victoria presidencial de Donald Trump. De hecho, desde el día previo al triunfo electoral del magnate, creció un 9,86% hasta superar los 20.060 puntos hoy.
*** Nota originalmente publicada en Eleconomista.es el 25-1-17.